
Mi inolvidable viaje a Rapa Nui, junto a mi amiga Macarena.
Al arribar Isla de Pascua, Rapa Nui o Te Pito Te Henua, el mismísimo ombligo del mundo, comenzó a desarrollarse una mágica y salvaje historia. Nuestros amigos nos fueron a buscar al aeropuerto, con collares de flores, tal como es la tradición. En la escena, sólo faltaba Tatoo, el enano de la “Isla de la Fantasía”, que era nuestro máximo referente. Entre risas, la emoción y el encanto nos cautivó de inmediato.
Rápidamente, recorrimos algunos lugares emblemáticos de Pascua, de la mano del mejor guía turístico, un lugareño. Al caer la noche, decidimos buscar un ciber, para dar aviso que estábamos muy bien. Al andar algunas cuadras, en las húmedas y oscuras calles de la isla, vimos a un hombre que descansaba en lo alto de la copa de un árbol, por un momento llegué a pensar que era el Manutara, propio de la mitología. Al avanzar unos metros, nos divisó una persona conocida, que amablemente nos invitó al carrete nocturno, observar el despegue del avión que viaja a Tahíti, en un mirador de la ciudad.
En el lugar, estabamos expectantes al único show de la noche. En unos minutos, estábamos compartiendo un whisky, acompañados del ritmo de la música isleña. luego de conversar un rato, con un poco más de confianza, preguntamos sobre el rechazo que sienten por los del “Conti”, como nos denominan, explicando su sentimiento de lejanía y que nuestro país entrega muy poco recursos y beneficios para ellos. Pasto, es nuestro sobrenombre, porque es lo que sobra, de hecho vale comentar que ningún visitante tiene derecho a tener un terreno, por más plata que tenga, solo los dueños de ese apartado lugar son los nacidos y descendientes de su inigualable cultura. De repente, sin darnos cuenta, el avión sobre voló nuestras cabezas, rumbo a Papetee, ahí se acabó todo. No obstante, la noche nos tenía preparada, otra aventura inigualable.
En Anakena, una playa muy paradisíaca, fue nuestro próximo escenario para continuar la fiesta. Ahí preparamos unos tragos para capear el frío. Entre conversaciones típicas y relatos de leyendas que rodean Rapa Nui, llegó junto a nosotros un perro, que deambulaba el lugar. Aparentemente en los alrededores no vive nadie, no existe iluminación pública y es bien retirado del pueblo. Sorpresivamente, escuchamos ladrar, muy bravamente, lo que alertó a los chicos que nos acompañaban que sin mayores palabras se comunicaron en su lengua nativa y escuetamente nos dieron instrucciones para subir al auto. Mi compañera de viaje, nerviosa por la situación, no realizó ninguna pregunta sólo se alistó a subir a la “todoterreno”. Mientras tanto, insistí en mirar en medio de la oscuridad. Solamente nos alertaban los ladridos del perro que indicaban la dirección donde nacía el peligro. ¿Qué pasó esa noche en Anakena? Nunca lo aclararon ni menos comentaron, sin duda había que huir.
Volvimos a dar un par de vueltas, cuando nuestro piloto, curiosamente, detuvo el auto. Luego, amablemente nos preguntó si nosotras alguna vez, habíamos experimentado una vivencia paranormal o diferente. Obviamente, en coro, respondimos que no. Ahí comenzó otra anécdota, al detener el auto, en un lugar estratégico, el vehiculo comenzó a avanzar. Sin el motor encendido, subimos una pendiente, lentamente comenzamos a movernos sobre el asfalto, atónitos por el suceso, nos convencieron que en ese lugar pasan sucesos inigualables.
Dicho y hecho, a la mañana siguiente perplejas por todos lo acontecido la noche anterior, comenzamos a investigar, a instruirnos y observar detenidamente toda la isla. Estábamos encantadas, de conocer esa tierra, rica, mágica, indómita y salvaje. Sólo llegamos a una conclusión, que todos los acontecimientos vividos ahí, no son en vano, si no más bien, son el verdadero encanto.